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Beata Blandina Merten, virgen

Maria Magdalena Merten, nació en Düppennweiler, en el Saar, Alemania, el 10 de julio de 1883; entre todos los niños destacó por su piedad y bondad, cualidades que la acompañaron toda su vida.

Obtuvo el título de maestra en la Escuela Normal de Marienau, cerca de Vallendar, y llegó a ser una profesora respetada y muy querida en varias escuelas católicas del distrito de Tréveris. Pero fue sobre todo una campeona de la caridad hacia los niños pobres, a los que vestía y alimentaba. No sólo fue maestra, sino también apóstol, inspirando la fe con cada gesto, guiando a sus alumnos hacia el culto de la Eucaristía, la Pasión y María.

Convencida de la opción de su vida, pidió ingresar en la Orden de las Ursulinas, fundada en 1535 en Brescia por santa Angela Merici para la educación de las jóvenes, y fue recibida en el convento de Calvarienberg con el nombre de Blandina del Sagrado Corazón.

El 4 de noviembre de 1913 emitió sus votos y, por consejo del padre jesuita Merk, añadió el de víctima; siempre tuvo la certeza de que Jesús había aceptado su voto; fue destinada a las escuelas de Saarbrücken, pero casi inmediatamente aparecieron los síntomas de la tuberculosis, enfermedad que hasta mediados del siglo XX era difícilmente curable y de gran y mortal virulencia, por lo que fue trasladada al clima más benigno de Tréveris.

A pesar de su enfermedad, siguió dando clases como maestra de escuela, pero también hizo muchas horas extras o sustituciones, sobre todo en jardines de infancia. Desgraciadamente, a partir del otoño de 1916 le sobrevinieron fiebres y dolores que la obligaron a permanecer permanentemente en la enfermería; así comenzó para ella el apostolado del sufrimiento.

Sor Blandina estaba siempre contenta, y uno de los motivos de su alegría era que, al otro lado de la pared de su habitación, estaba la capilla, y decía feliz: "¡Jesús y yo estamos tan cerca!". En la enfermería nunca se quejaba de nada, quería que las otras hermanas enfermas fueran atendidas antes que ella; nunca pedía nada, siempre sonreía, según el testimonio de una enfermera.

Elevaba sus sufrimientos a acto de amor y de entrega, y su vida, lastimada en la flor de la juventud, era toda ella una ofrenda al Amor de Dios; decía: "Para mí todo es cielo. Quiero vivir en la tierra como si sólo estuviéramos Dios y yo. Quiero amar a Dios como nadie lo ha amado jamás". Al sentir que se acercaba el final, ella misma quería dar "la buena nueva" a sus seres más queridos. Mientras la Primera Guerra Mundial hacía estragos y la ciudad de Tréveris era turbada día y noche por los bombardeos aéreos, la Hermana Blandina del Sagrado Corazón entregó su alma a su Esposo celestial el 18 de mayo de 1918.

La fama de la santidad de su joven vida de 35 años, y los milagros que se produjeron, se extendieron rápidamente. El proceso para su beatificación tuvo lugar en Tréveris de 1954 a 1962; en 1983 se reconoció la heroicidad de sus virtudes y el título de Venerable; y fue beatificada por Juan Pablo II el 1 de noviembre de 1987.

Traducido para ETF de un artículo de Antonio Borrelli en Santi e Beati.