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Beata María de Jesús Deluil Martiny, virgen y fundadora

María Deluil-Martiny nace en Marsella el 28 de mayo de 1841. Su padre es un brillante abogado y un cristiano comprometido. Su madre, digna sobrina biznieta de la venerable Ana Magdalena Remuzat, la visitandina que, durante la peste de 1720, había conseguido que Marsella se consagrara al Corazón de Jesús. Así, la devoción al Sagrado Corazón era considerada algo así como "patrimonio familiar". María recibe la primera educación en el pensionado que en aquella época existía en la Visitación, y a los 16 años prosigue su formación en Lyon con las religiosas del Sagrado Corazón fundadas por la Madre Barat. Al final de sus estudios hace un retiro en el que decide entregarse sin reservas al Corazón de Jesús. En el camino de regreso a su casa, pasa por Ars, para pedir consejo al santo Cura que le deja entrever que pasará mucho tiempo antes de que pueda realizar su vocación.

Seguirá un largo período de espera, en el que la joven conocerá toda una serie de pruebas: familiares, con la muerte de sus cuatro hermanos (ella es la mayor), crisis espiritual, situación difícil de la Iglesia, guerra en Francia. A comienzos de 1864, María tiene 22 años. Providencialmente cae en sus manos un sencillo folleto procedente de la Visitación de Bourg-en-Bresse, titulado: Guardia de honor del Sagrado Corazón: fin de la obra. La joven lee y relee esas líneas que parecen dirigidas a su alma de fuego. El 7 de febrero escribe al Monasterio de Bourg solicitando ser inscrita en el Cuadrante y ofreciéndose llena de entusiasmo para trabajar por la obra.

Comienza entonces una activa correspondencia entre la Hna. María del Sagrado Corazón y la «pequeña María», como la llama cariñosamente la fundadora. María consigue su primer éxito haciendo llegar la Guardia de Honor hasta la misma santa Sofía Barat, que se inscribe con todas sus religiosas. Pero aún es mayor el que obtiene en junio de ese mismo año 1864. El día 5, el Cardenal de Villecourt consagra solemnemente la nueva iglesia de nuestra Sra. de la Guardia, en Marsella. Es una ceremonia impresionante a la que asiste también el Cardenal Pitra y gran número de obispos franceses. María sueña: ¡si pudiera hablarles de su Obra querida! Y. su sueño se hace realidad: los dos cardenales y 20 obispos se inscriben en la Guardia de Honor y le dan su apoyo. Este resultado no hace más que redoblar el ardor de la joven marsellesa que se encarga de imprimir los "billetes celadores" destinados a los seglares y compuestos por Hna. María del Sagrado Corazón, y de hacer las medallas de la asociación, contando siempre y en todo con la aprobación de la Visitación, donde consulta hasta los menores detalles.

Una carta suya nos revela el estado de la asociación a comienzos de 1866:

«La Providencia ha extendido esta obra en tres años de una forma que testimonia cuánto le agrada esta piadosa asociación: 78 obispos inscritos, ricas indulgencias, erección canónica en 25 diócesis, el número de asociados de este segundo año se eleva a 98.000, frutos consoladores en numerosas parroquias y en una multitud de comunidades religiosas, todo eso es una prueba de que Dios bendice la Guardia de honor y de que el mismo Corazón de Jesús la dirige».

En 1866 María cree que ha llegado el momento de realizar sus deseos de consagrarse a Dios y piensa que su lugar es la Visitación. Sin embargo, el Señor tiene otros designios sobre ella. Aún habrá que esperar. Un año más tarde se hace aún más estrecha la colaboración entre la Hna. María del Sagrado Corazón y María Deluil-Martiny: la composición del Manual de la Guardia de Honor acapara sus energías. Mutuamente se animan a sufrir con amor, por el Corazón de Jesús, las mil dificultades y contradicciones que encuentran. ¡La cruz es la señal de todas las obras de Dios!

Poco a poco, se va delineando mejor el plan para el que el Señor ha escogido a María, aunque ella no imagina que está llamada a ser la piedra fundamental de una nueva orden religiosa. La Hna. María del Sagrado Corazón, a la que la joven llama «la madre de mi alma», la anima. Sabe que va a perder a su primera celadora, pero no se entristece, pues las Hijas del Corazón de Jesús (así se llamarán las futuras religiosas) dedicadas a la reparación de los sacrilegios, mediante la adoración y la oblación en y con Jesús-Hostia, vivirán en plenitud los fines de la Guardia de Honor.

Cuando su director espiritual, el P. Calage, S.I. le descubre que la fundadora de la nueva obra será ella misma, María está a punto de retroceder, pero en seguida, aunque sintiendo su incapacidad, se somete a la voluntad divina y se abandona a ella. Las circunstancias la llevan a fundar el primer monasterio en Bélgica, bajo la tutela del Cardenal Dechamps, el 20 de junio, fiesta del Corazón de Jesús. La que en adelante se llamará M. María de Jesús recoge los deseos del Sagrado Corazón expresados a santa Margarita María de Alacoque y los introduce en la Regla de su Instituto, que es la de san Ignacio, adaptada a la vida contemplativa de clausura.

Desde este momento, sin olvidar a la Guardia de Honor -de la que sus monasterios serán siempre ardientes propagadores- y manteniendo sus relaciones con la Visitación y con la Hna. María del Sagrado Corazón, a la que pide consejo en numerosas ocasiones, la M. María de Jesús se entrega incansablemente a la formación de sus nuevas hijas. Cuando se trata de la gloria del Corazón de Jesús nada la detiene.

La Obra atrae a numerosas jóvenes: en 1877 se abre una nueva casa en Aix-en-Provenza, y en 1879 otra en la Servianne, propiedad de la familia Deluil-Martiny a las afueras de Marsella. Aquí será donde la M. María de Jesús verá cumplidos sus deseos de unir incluso materialmente su sangre al Sacrificio de Cristo. En efecto, el 27 de febrero de 1884, miércoles de ceniza, la fundadora, que no ha cumplido aún los 43 años, cae abatida por las balas de un joven anarquista al que había acogido con bondad, ofreciéndole trabajo. Asesinada en el jardín de su propio convento, sus últimas palabras son: «¡Yo le perdono! ¡por la Obra!». Fue beatificada por SS Juan Pablo II el 22 de octubre de 1989.

Tomado, con ligeros cambios, del relato de la Orden de la Visitación de Santa María.