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Beato Joan Roig Diggle, mártir

El 12 de mayo de 1917 nació Joan Roig Diggle en Barcelona, hijo de Ramón Roig, de Barcelona, y de Maud Diggle Puckering, nacida en Barcelona, pero hija de ingleses. Es bautizado en la parroquia de la Purísima Concepción.

Ya en la secundaria, ingresa en el colegio de los Hermanos de la Doctrina Cristiana de la Salle, en la calle Condal. Su madre le acompaña cada día en los cuatro viajes de ida y vuelta del colegio; en uno de ellos Joan le expresa el deseo de ser misionero. "Mi amor de madre -explica Maud- me hizo decir: 'Pero... ¿no te parece que aquí, en nuestra tierra, entre los tuyos, hay mucho bien a hacer o muchas almas para convertir?'. Él no contestó. Se quedó, sin embargo, muy pensativo. "

El padre de Joan, Ramón, que trabajaba en una empresa textil, sufre un grave problema económico y queda prácticamente arruinado. La familia tiene que dejar el piso de Barcelona y trasladarse al Masnou. Joan tiene que ponerse a trabajar para llevar ingresos a casa, y, por tanto, debe dejar la escuela. Es un golpe muy duro para la familia y para él, que ve truncadas sus ilusiones de futuro. A partir de este momento y hasta su muerte, Juan trabajará de dependiente en una tienda de ropa en el barrio del Poble Sec de Barcelona y estudiará por las noches.

Es en El Masnou, y ante el trance económico de su familia, donde Joan comienza a vivir a fondo su fe y su relación con Dios. Allí se integra al grupo "Mar Blava", de la Federació de Joves Cristians de Catalunya, donde encuentra una comunidad y una misión: llevar a Jesús a los demás. Empieza a ser catequista en la parroquia de Sant Pere del Masnou y se implica en las actividades de los fejocistas, donde encuentra un estilo de vida: el estudio, el trabajo, el deporte, el excursionismo, la cultura... Siente la importancia de vivir la fe acompañado, junto a los compañeros de grupo y también de los "curas amigos de los jóvenes". La parroquia y el local de "Mar blava" son para él el lugar de encuentro con los amigos, los compañeros y, sobre todo, con Dios. Las personas de la parroquia del Masnou empiezan a ver en aquel joven rubio algo especial, en la forma en que vive, cómo habla, cómo ama a los niños de la catequesis y, sobre todo, cómo reza ante el Sagrario.

Durante aquellos años dramáticos tanto en el ámbito familiar como social, es cuando precisamente Joan crece más en su vida de fe y de apóstol. Cada día va a Misa y reza ante la eucaristía en la parroquia de Sant Pere del Masnou, y su amor a Dios y los demás se va haciendo cada vez más notorio. Una figura importante para él es Pere Tarrés i Claret, un estudiante de Medicina y luego médico, dirigente de la FJCC, que vive una vida de fe y de amor a Dios y a los demás. Se trata de un apóstol piadoso y totalmente entregado a la evangelización de los jóvenes que actualmente es beato. Dentro de Joan quema la misma llama de amor a Dios y a sus hermanos, que se desborda en un gran deseo evangelizador, que pasa también por la mejora de las condiciones de vida de sus hermanos más desfavorecidos. Se hace profundamente conocedor de la doctrina social de la Iglesia para tratar de encarnarla y difundirla, convencido de que es el único camino válido para combatir la desigualdad social y promover la dignidad de todas las personas. Le gusta escribir sobre la cuestión social en el boletín "Mar Blava" y consigue incluso escribir en el diario de Barcelona "El Matí".

La situación sociopolítica empeora y Joan empieza a hacerse la idea de que Dios lo puede llamar al martirio. La guerra estalla en julio de 1936, y el anticlericalismo lleva a la quema generalizada de iglesias y a la persecución hasta la muerte de los religiosos, los sacerdotes y los "cristianos de Misa". Joan queda desolado al no poder evitar la quema de su amada Iglesia de Sant Pere y la destrucción del local de "Mar blava". A pesar de Ia situación, sigue trabajando para mantener a su familia. Cada día se expone yendo y viniendo en tren del Masnou a Barcelona, y recibe la eucaristía a escondidas de manos de su director espiritual, Mn. Pere Llumà. El 11 de septiembre, Mn. Pere le confía la eucaristía para que pueda llevar la comunión a algunos cristianos del Masnou y "por lo que pueda suceder". 

Pero esa misma noche, frente al domicilio familiar del joven, se oyeron frenazos de coche y poco después unos golpes muy fuertes y gritos ante la puerta de su casa. Juan, en aquellos momentos, muy consciente de lo que le podía pasar, comulgó con la eucaristía que le había confiado Mn. Llumà. Podemos imaginar lo que Juan dijo a su Señor y su Dios en aquellos momentos. Sin embargo, los gritos de los que aporreaban la puerta, eran cada vez más fuertes. Joan, sin perder la serenidad, fue él mismo a abrir la puerta, y antes, como para dar ánimos a su madre, le dijo: “Déjalos para mí”. Entraron apuntándole con pistolas y lo llevaron al dormitorio. Lo registraron todo, buscando armas y quizás cosas de valor. Finalmente, decidieron llevarse al joven. Joan, muy tranquilo, le dijo a su madre: “Tranquila, voy a casa de X …, si tengo que ir”. Y añadió con la lengua de su madre: “God is with me” (“Dios está conmigo”).

Se lo llevaron en coche primero en Barcelona, a buscar a su padre, en casa de su tío. Joan no salió del coche, mientras el grupo saqueaba y quemaba los objetos religiosos de la casa de sus tíos. Pero no encontraron a su padre en la casa. Desde allí llevaron a Joan hacia el cementerio de Santa Coloma de Gramenet. Le hicieron bajar del coche y lo pusieron delante de los muros del cementerio. El grupo tomó las armas y le disparó cinco tiros en el corazón y uno en la cabeza. Joan, antes de morir, les dijo: “Que Dios os perdone, como yo os perdono”.

Los mismos que lo asesinaron quedaron impresionados por el coraje de Juan: “Aquel joven nos hablaba serenamente”, comentó uno del grupo tras el asesinato. Y otro agregó: “Aquel joven rubio era un valiente”. Era la madrugada del 12 de septiembre de 1936.

Resumido a partir del relato de su vida en el web de la Asociación de Amigos de Joan Roig Diggle.