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Beato Michal Sopocko, presbítero y fundador

Miguel Sopocko nació el 1 de noviembre de 1888, en Nowosady, en la región de Vilna (Lituania) en una familia noble que cuidaba mucho las tradiciones patrias. A pesar de las duras condiciones de vida, sus padres le aseguraron su educación primaria. La situación difícil de los Sopocko, una vida dura en el campo, la necesidad continua de la lucha por la supervivencia de la familia, forjaban sus vidas y sus caracteres. La actitud moral de los padres, su profunda religiosidad y el amor paternal influyeron en el desarrollo espiritual adecuado de Miguel y sus hermanos.

En 1910, Miguel Sopocko empezó 4 años de estudios en el Seminario Conciliar en Vilna que pudo continuar gracias a la subvención concedida por el rector. El 15 de junio de 1914 fue ordenado de sacerdote. Como sacerdote Miguel Sopocko fue destinado a trabajar de vicario en la parroquia de Taboryszki, cerca de Vilna. En Taboryszki, p. Sopocko organizaba la catequesis de niños y también la enseñanza abriendo escuelas para niños en los pueblos vecinos. Más adelante, esta práctica se convirtió en el motivo de persecuciones por las autoridades de la ocupación alemana. Al principio, las autoridades se mostraban muy tolerantes con las prácticas de p. Sopocko, más aún, le apoyaban económicamente. Sin embargo, con el paso del tiempo empezaron a impedir al p. Sopocko sus viajes a Vilna, cuyo objetivo era traer profesores a las escuelas que abría. De esta manera, padre Miguel fue obligado a abandonar Taboryszki.

En 1918, p. Sopocko recibió de las autoridades eclesiásticas de Vilna el permiso para ir a Varsovia, a cursar los estudios en la facultad de Teología de la Universidad. Desgraciadamente la enfermedad y la situación política en Polonia le impidieron empezar la carrera. Cuando después del tratamiento, el p. Sopocko volvió a Varsovia con la intención de empezar su educación, resultó que la universidad se había cerrado a causa de la guerra. Así que el padre Miguel se incorporó como voluntario al servicio pastoral militar. El arzobispo de la mitad del Ejército Polaco le nombró capellán militar y le destinó al Hospital de Campaña que justo se estaba formando en Varsovia. Después de un mes de servicio en el hospital, pidió el traslado al frente. Dirigido al Regimiento de Vilna empezó inmediatamente su servicio pastoral entre los soldados que combatían en el frente. Además del servicio sacramental, ayudaba a los heridos, quienes carecían de servicio hospitalario y se encontraban en unas condiciones muy difíciles.

En octubre de 1919, a pesar de la guerra, abrieron las puertas de la universidad. El padre Sopocko se matriculó en la sección de teología moral y en los cursos de derecho y filosofía. A partir de ese momento tuvo que dividir su tiempo entre los estudios y su servicio en el ejército. Adicionalmente se encargaba de la organización de las actividades sociales. Vigilaba el funcionamiento de la Ayuda Militar Fraternal (fue su presidente), la posada militar y la escuela para los huérfanos de las familias militares. En verano de 1920 fue testigo de la caída del frente, y un poco más tarde, ya en Varsovia, vivió su heroica defensa y la superación de la ofensiva soviética. Después de muchos años, p. Sopocko comentará en sus Memorias este acontecimiento como una voluntad sobrenatural de la Providencia Divina y la señal de la Misericordia Divina para Polonia, lograda con las oraciones de los fieles, quienes en agosto llenaban las iglesias.

En 1923 obtuvo el título de licenciado en teología y se dedicó a la pedagogía de forma más profunda. Los resultados de las investigaciones referentes a la mala influencia del alcohol en el desarrollo de los talentos de los adolescentes se convirtieron en la base para la tesis de graduación. El Arzobispo de Vilna Jerzy Matulewicz, al conocer los méritos y la preparación teológica y pedagógica del padre capellán, tenía la intención de invitarlo a trabajar en la diócesis. Al principio, quería encargarle organizar la asistencia pastoral para los adolescentes extraescolares. El padre Miguel aceptó la propuesta del obispo y volvió al trabajo en Vilna. La decisión formal se tomó en otoño de 1924, según la cual p. Sopocko fue nombrado Director del Servicio Pastoral del Distrito Militar de Vilna, que abarcaba 12 unidades autónomas formadas por más de 10 000 soldados en total. El traslado del p. Sopocko a Vilna fue un ascenso, pero a la vez significaba mayor cantidad de deberes y una responsabilidad más grande.

Cuando fue exento parcialmente del servicio pastoral militar, sus deberes era dar cursos y realizar tareas de investigación, aparte de la función de ser padre espiritual en el seminario. Ya que en esa época faltaban los manuales adecuados, él preparaba los apuntes para sus cursos, los cuales copiados por los estudiante servían de material educativo durante muchos años. Las investigaciones del p. Sopocko estaban relacionadas, sobre todo, con la tesis postdoctoral

y se referían a las cuestiones de la educación y formación espiritual. Para recoger el material necesario para ese trabajo, en verano de 1930 fue de viaje a las bibliotecas de los países de Europa de Oeste. El viaje fue muy fructífero para el p. Sopocko, tanto del punto de vista científico como religioso. Visitó al mismo tiempo los lugares de culto y los centros de la vida religiosa. Además del trabajo de preparar la tesis, escribía artículos científicos y de divulgación científica en el campo de la teología pastoral, artículos de enciclopedia eclesiástica, daba conferencias científicas y se dedicaba al periodismo. Comprometido cada vez más en el trabajo científico, pidió al Obispo militar y al Arzobispo, la exención del servicio de capellán y de la función de padre espiritual. Aunque no fue a la primera, los dos dieron su permiso para la exención de esos servicios.

Desde 1932 el padre Miguel Sopocko fue confesor de las monjas de la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia, quienes tenían por entonces su casa conventual en Vilna (Lituania). Ahí conoció a sor Faustina Kowalska, la cual en mayo de 1933, después de llegar a Vilna, se hizo su penitente. Ese encuentro fue fundamental para toda la vida del padre y para su futura misión. En el personaje de sor Faustina encontró la adoradora de la Misericordia Divina, cuyas gracias recibió más de una vez a lo largo de su vida, adorando por ello a Dios. Sor Faustina al encontrar en padre Sopocko un confesor ilustrado y un director espiritual, empezó a presentarle, cada vez más a menudo, sus vivencias relacionadas con las revelaciones del Salvador Misericordioso. A causa de la falta de tiempo, le recomendó a sor Faustina que anotara sus experiencias interiores en un cuaderno. Luego, en los ratos libres leía sus escrituras. Así nació el Diario espiritual de sor Faustina.

En marzo de 1934, p. Sopocko realizó un peregrinaje a la Tierra Santa. Visitar la Tierra Santa fue para él una gran experiencia que mencionó más tarde en sus Memorias y en otras publicaciones. En julio de 1934, p. Sopocko fue nombrado rector de la iglesia de San Miguel en Vilna. En los años posteriores ese hecho tendrá una importancia considerable. Fue en esa iglesia donde el 4 de abril de 1937 fue bendecida y colocada, según lo deseaba Jesucristo (conforme a las revelaciones a sor Faustina), la primera imagen de Jesús Misericordioso. Sor Faustina abandonó Vilna en marzo de 1936. Padre Sopocko siguiendo en contacto con ella mediante cartas y visitándola en Cracovia (Polonia), realizaba la tarea dar a conocer al mundo el secreto de la Misericordia Divina, que le había sido confiada también a él.

A finales de 1937 el estado de la salud de sor Faustina se agravó bastante. El padre Sopocko la visitó a principios de septiembre de 1938 ya casi en el lecho de muerte. Sor Faustina se juntó al Señor el día 5 de octubre de 1938. Al estallar la guerra en septiembre de 1939, el p. Sopocko decidió no esconder más el asunto de las revelaciones de sor Faustina porque estaba convencido de que la tragedia de la guerra y los acontecimientos relacionados empezaron a confirmar los testimonios de las revelaciones. La difícil situación de la guerra, que se extendía a otros territorios de Europa y que afectaba

a la gente de muchas naciones sembrando el mal, le afirmaba al p. Sopocko en la convicción de la necesidad de la misericordia de Dios para el mundo. Fue cuando empezó a difundir con más ardor todavía la idea de la Misericordia Divina en la cual veía la salvación para el mundo. Los párrocos de Vilna, y de la provincia, le invitaban a dar conferencias. Durante la Cuaresma, en las misas celebradas en la catedral de Vilna decía sermones sobre la Misericordia Divina. Esas misas atraían multitudes de fieles de toda Vilna y su fama corría por toda la ciudad.

En junio de 1940, Lituania fue ocupada nuevamente por el Ejército Rojo y un mes más tarde incorporada a la Unión Soviética como su decimaquinta república. Padre Sopocko fue obligado a suspender los encuentros de los grupos organizados de los que se ocupaba. Le quitaron también la posibilidad de publicar el tratado sobre la Misericordia Divina. Fue cuando le ayudó Jadwiga Osinska, experta en filología clásica, que se ocupaba de la faceta lingüística del tratado. En conspiración y con ayuda de sus amigos, se encargó de hacer copias del tratado. Luego, se encargó también de que sus ejemplares llegaran a las personas que tenían la posibilidad de salir de Vilna. De esta manera la obra del p. Sopocko llegó a muchos países y, sobre todo, a las manos de numerosos obispos de Europa y del mundo entero.

El 22 de junio de 1941 estalló la guerra alemano-soviética. Vilna muy pronto se quedó bajo la nueva ocupación. La población judía era especialmente discriminada. El padre Sopocko ya antes de la guerra se ocupaba de la catequización de los judíos que acudían a la iglesia y les preparaba para el bautizo. El fruto de esos esfuerzos fue el bautizo de unas 65 personas.

El padre Sopocko prestaba también ayuda económica y espiritual a los judíos. Esa manera de actuar traía graves consecuencias, hasta poner en peligro su propia vida. La gestapo encontró huellas de sus actividades e incluso lo tuvieron detenido durante varios días. A finales de 1944, los alemanes intensificaron las persecuciones. El último domingo de Adviento, a causa de una supuesta epidemia, cerraron todas las iglesias de Vilna. Empezaron a detener a curas. El 3 de marzo de 1942 los alemanes emprendieron una acción en contra de los sacerdotes. Arrestaron a los profesores y a los alumnos del seminario conciliar y a casi todos los curas que trabajaban en Vilna. Durante la detención de los curas en el seminario, en el piso del p. Sopocko los agentes de la Gestapo montaron una emboscada. Miguel Sopocko, avisado por su asistenta, llegó a Curia Arzobispal para informar al arzobispo sobre el peligro existente. Pidió permiso para dejar de dar lectorados en el seminario, y una bendición para el periodo de tiempo que iba a pasar escondiéndose. Disfrazado abandonó Vilna para poder llegar hasta el convento de las Hermanas Ursulinas situado en Czarny Bor. Las Hermanas le prestaron ayuda alocándolo en la casa que alquilaban al borde de un bosque. La Gestapo lo estuvo buscando por casi toda Lituania, preguntando por él sobre todo en las casas parroquiales y entre los curas. Un poco más tarde, el mismo arzobispo R. Jalbrzykowski que vivía en el convento de los Marianos, fue arrestado e internado en Mariampol.

A través de personas de confianza p. Sopocko recibió el DNI con el nombre de Waclaw Rodziewicz. Desde entonces pasaba por un carpintero y ebanista haciendo unas herramientas simples y objetos para la gente local. Todos los días muy pronto por la mañana celebraba la santa misa. Después tenía mucho tiempo para entregarse en la oración y reflexión personal. Cada pocas semanas iba a la casa de las hermanas de Czarny Bor para confesarlas. Además, se dedicaba a la investigación apoyándose en la literatura que le proporcionaba Osinska y sus compañeras. En otoño de 1944, a pesar de las difíciles condiciones de vida, el arzobispo Jalbrzykowski ordenó el comienzo de las clases en el seminario conciliar. Después de vivir dos años a escondidas p. Sopocko volvió a Vilna y empezó con los deberes asignados. Todos los domingos, junto con los otros profesores y los alumnos, iba a las parroquias de los pueblos para recoger las ofrendas en forma de frutos de la tierra y del campo, para que los estudiantes pudieran sobrevivir en el seminario.

El padre Sopocko ejercía el servicio pastoral también fuera de Vilna, lo que le daba la oportunidad de difundir la idea de la Misericordia Divina. Las autoridades de la República, a pesar de la actitud antirreligiosa, al principio toleraban las actividades pastorales de los sacerdotes. Sin embargo, poco a poco empezaron a limitar su trabajo, sobre todo la catequización de los jóvenes y los niños. Aunque los encuentros se organizaban en secreto las informaciones llegaban

a las autoridades. Al p. Sopocko le llamaron a la comisaría. Apareció un riesgo real de sanciones hacia él, hasta el riesgo de deportarlo a Siberia. Al mismo tiempo, en julio de 1947 p. Sopocko recibió del arzobispo R. Jalbrzykowski, quien residía por entonces en Bialystok, la orden de ir a trabajar a Polonia. De ahí que decidió abandonar Vilna cuanto antes, sobre todo porque terminaba el plazo de la repatriación de los polacos de Lituania.

Antes de marcharse, teniendo la falsa esperanza de que su estancia fuera de Vilna iba a ser muy corta, visitó la capilla de la Madre de Dios de la Misericordia de la Puerta del Amanecer y a finales de agosto de 1947 emprendió el viaje hacia Bialystok. Fue el último transporte de la población polaca que iba a Polonia. Nada más llegar a Bialystok el padre Sopocko se puso en contacto con el arzobispo Jalbrzykowski para recibir las instrucciones de las nuevas funciones. A finales de septiembre de 1947 salió por unos días a Mysliborz, donde Jadwiga Osinska e Isabela Naborowska (las primeras madres

de la Congregación fundada por Sopocko) organizaban los principios de la vida conventual. Fue el primer encuentro con las hermanas desde que abandonaron Vilna. Desde entonces quedaba en contacto con las hermanas, sirviéndoles con sus consejos y soporte espiritual, y en general cuidando del desarrollo de la Congregación fundada.

De entre todos los trabajos de enseñanza que realizaba, la labor que más apreciaba y más le absorbía era la propagación del culto de la Misericordia Divina. Se entregó completamente a su realización y le fue fiel hasta el final. No se desanimaba con la resistencia de las autoridades eclesiásticas en la aprobación del culto, cuyo motivo fueron las irregularidades y espontaneidad del desarrollo del oficio divino. Todo aquello fue causado por diferentes publicaciones que a menudo erróneamente interpretaban la idea de la Misericordia Divina. El p. Sopocko infatigablemente corregía los errores y aclaraba los fundamentos teológicos de ese culto.

Como en Vilna, también en Bialystok , p. Sopocko fue el confesor de las hermanas. Confesaba, entre otras, a las hermanas de la Congregación de las Misionarias de la Sagrada Familia. Cuando iba ahí a la asistencia pastoral vio la posibilidad de extender su asistencia al vecindario. Gracias a sus esfuerzos, el 27 de noviembre de 1957, el día de la Fiesta del Cristo el Rey, en la casa de las Hermanas, se celebró la bendición de la capilla de la Sagrada Familia. Cuando se jubiló se alojó en la casa de las Hermanas donde ejercía la asistencia pastoral para el vecindario hasta la muerte. La rica personalidad del p. Sopocko, su espiritualidad y autoridad que resultaban de sus experiencias junto con la gran modestia personal, atraían a los fieles. Actualmente se encuentra ahí su museo y la casa conventual de la Congregación de las Hermanas de Jesús Misericordioso.

Una circunstancia importante que levantaba el ánimo y fortalecía la dedicación del p. Sopocko fue el hecho del desarrollo continuo de la devoción a la Misericordia Divina y el interés por esa idea por parte de los teólogos. Otro impulso importante que animaba al trabajo misionario a favor de la Misericordia Divina fue el comienzo del proceso informativo de sor Faustina Kowalska en 1965 por el Arzobispo de Cracovia Karol Wojtyla. El padre Sopocko también estuvo comprometido en el proceso como testigo.

El p. Sopocko a lo largo de toda su vida fue un hombre con un fuerte fundamento espiritual. Cuando fallaban sus capacidades físicas y llegó el momento de sus deficiencias, la esfera espiritual se convirtió en el terreno de su compromiso y de su servicio dedicado a las causas divinas. Murió en su habitación en la calle Poleska el 15 de febrero de 1975. Fue beatificado en Polonia, el 28 de septiembre de 2008.