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Beato Pedro Francisco Jamet, presbítero

Fue considerado y llamado «segundo fundador» del instituto del Buen Salvador. Pierre-François Jamet nació el 12 de septiembre de 1762 en Fresnes, entonces diócesis de Bayeux, hoy de Séez, en Francia. Sus padres, agricultores acomodados, tuvieron ocho hijos, de los cuales dos fueron sacerdotes y una religiosa. Estudio en el colegio de Vire, y a los 20 años se sintió llamado al sacerdocio, por lo que se inscribió en la renombrada Universidad de Caen para realizar el qunquenio de Filosofía y Teología. En 1784 ingresó al seminario, y el 22 de septiembre de 1787 fue ordenado sacerdote; alcanzó el bachillerato en teología y el título de «Maestro en Artes», pero no pudo proseguir los estudios porque estalló la Revolución Francesa.

Estaba en Caen la comunidad de Hijas del Buen Salvador, instituto fundado en 1720 por la madre Ana Leroy, y Pedro Francisco fue nombrado en 1790 capellán y confesor del Instituto, convirtiéndose en superior religioso en 1819. Avanzada la Revolución, en 1798 rechazó realizar el juramento impuesto por los revolucionarios, sufrió arresto y amenazas de muerte. Milagrosamente se vio libre y se dedicó con todos sus medios a asistir a las dispersas Hijas del Buen Salvador, celebrando la misa en secreto, sosteniendo a los cohermanos vacilantes, animando a los fieles bajo persecución.

Terminada la Revolución, pudo dedicarse abiertamente a la restauración y al aumento de la Congregación del Buen Salvador. Introdujo la asistencia a los sordomudos, y él mismo promovió estudios específicos para su educación, aportando, incluso, nuevos métodos para su enseñanza. Por ocho años, de 1822 a 1830, fue rector de la Universidad de Caen, recreando entre docentes y estudiantes una nueva atmósfera de fe cristiana, después de la gran tormenta de la Revolución, y la difusión del iluminismo y el racionalismo.

Pudo obrar todo para gloria de Dios, porque interiormente era todo de Dios. A los 83 años, debilitado por las fatigas y por la edad, Pedro Francisco murió, el 12 de enero de 1845. Las circunstancias políticas hicieron que, aunque su fama de santidad era conocida, los procesos canónicos iniciaran recién en 1930. El papa Juan Pablo II lo beatificó en 1987.

Traducido para ETf de un artículo de Antonio Borrelli.