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Beatos Francisco Pacheco y ocho compañeros, religiosos mártires

Aunque el rey de Arima, Japón, no puso en vigor inicialmente los decretos imperiales de 1616 contra el cristianismo sino que, disimulando, dejó seguir clandestinamente con su apostolado a los misioneros, en su ida a la corte imperial en 1625 al oír qué trato se daba en otros sitios a los cristianos, se asustó de su propia tolerancia y desde la corte dio orden de que empezara en su reino la persecución anticristiana, como así se hizo. Por medio de un apóstata se tuvo noticias de los misioneros y de los cristianos y comenzaron las redadas, la primera de las cuales fue el 18 de diciembre de 1625.

Ese día fue apresado el P. Francisco Pacheco, provincial de la Compañía de Jesús y vicario general de la diócesis, que había fijado su residencia en el puerto de Cochmotzu, hospedándose en casa de unos sinceros cristianos. Arrestado junto con un grupo de cristianos, fueron todos ellos llevados a dos embarcaciones. Cuatro días más tarde fueron arrestados el P. Juan Bautista Zola, también jesuita, y otro grupo de cristianos. Todos fueron encerrados en la fortaleza de Ximabara, donde comenzaron a pasar frío y otras penalidades, hasta que llegó orden de que se les diera buen trato. El 15 de marzo de 1626 hubo la tercera redada, en la que, mientras decía misa, cayó preso el P. Baltasar de Torres, igualmente de la Compañía de Jesús, y lo llevaron a una prisión tipo jaula.

El día 17 de junio las autoridades revisaron las causas seguidas contra los misioneros y sus compañeros y concluyeron que debían ser quemados vivos, lo que tuvo lugar en Nagasaki el día 20 siguiente. Fueron beatificados el 7 de julio de 1867. Damos algunos datos de los mártires de aquel día, todos ellos religiosos jesuitas:

Francisco Pacheco nació en Ponte de Lima, Portugal, el año 1565 en el seno de una noble familia Llevado de su gran espiritualidad, muy joven hizo el voto de ser mártir y cuando era estudiante en Lisboa y vio a cuatro japoneses que volvían de Roma de visitar al Papa, porque eran católicos, decidió dedicarse a las misiones del Japón. Con ese deseo entró en la Compañía de Jesús el 1 de enero de 1586. Hechos los votos religiosos y los estudios, se ordenó sacerdote y la superioridad accedió a su deseo y lo envió a Japón, donde llegó en 1604. Conoció primero la libertad religiosa y en su ámbito hizo un fecundo apostolado y luego pasó por numerosos avatares cuando se desató la persecución. Tuvo que pasar más de un año en un escondite, del que salía sólo por las noches.

Baltasar De Torres había nacido en Granada, España, el 14 de diciembre de 1563 en el seno de una noble familia. Pasa de niño a Ocaña, de donde su padre fue gobernador, y estudia en el colegio que la Compañía de Jesús tenía en aquella población, donde le llega su vocación religiosa. Ingresó a los 16 años en el noviciado de Navalcarnero. Hechos los votos, estudió filosofía en el colegio de Huete y fue destinado al de Cuenca como maestro de gramática. Luego pasó a Alcalá para estudiar teología y le fue aceptado su ofrecimiento de ir a las misiones. Ordenado ya de diácono, con los tres japoneses que volvían de Roma, marchó a Oriente y ordenado sacerdote entró por fin en Japón el año 1600. Trabajó en Meaco, Osaka, Ganga, Noto y Zu con mucho fruto espiritual. Cuando llegó la persecución de 1614 se quedó clandestinamente en el Japón hasta que fue arrestado y sometido a juicio para pasar de ahí al martirio.

Juan Bautista Zola nació en Brescia, Italia, en 1575. Ingresó en su juventud en la Compañía de Jesús y, habiéndose ofrecido para las misiones, pasó primero a la India en 1602 y dos años más tarde al Japón. En 1614 se quedó de forma clandestina en el reino de Arima, donde continuó su trabajo apostólico. Pidió a dos compañeros jesuitas que fueron martirizados antes que él que intercedieran ante Dios para que le fuera concedida la gracia del martirio, y ellos se lo prometieron por carta.

Pedro Rinsei era natural de Arima y se había criado con los jesuitas desde pequeño, convirtiéndose en su colaborador y acompañante, sobresaliendo como refutador del paganismo.

Vicente Kaun era un coreano que con 13 años marchó al Japón, donde conoció el cristianismo y se convirtió, criándose

con los jesuitas. Fue un insigne colaborador de los misioneros y catequista, poniendo al servicio del evangelio su conocimiento del coreano, el japonés y el chino.

Juan Kisaku era natural de Cochinotzu y había sobresalido como notable catequista y compañero de los misioneros, con los que se había criado y de quienes no quiso separarse cuando con ellos fue arrestado y pudo obtener la libertad.

Pablo Kinsuke era también de Arima y compañero del P. Provincial en las tareas apostólicas, estando muy preparado en su labor catequística.

Miguel Tozo era, igualmente, del Estado de Arima y había acompañado a los jesuitas en sus tareas apostólicas, siendo apresado cuando ayudaba al P. Torres.

Gaspar Sadamatsu, natural del Estado de Omura, era un hombre culto y versado en la religión del país. Durante cuarenta años ejerció su labor apostólica y catequética.