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Beatos Rutilio Grande García y dos compañeros, mártires

Rutilio Grande García. Nacido en la Villa de El Paisnal (El Salvador) el 5 de julio de 1928, entró en el seminario diocesano en 1941, pero, cuatro años más tarde, pidió ser admitido en la Compañía de Jesús. Hizo el noviciado en Caracas (Venezuela) y emitió los votos religiosos el 24 de septiembre de 1947. Después de sus estudios en Ecuador, donde obtuvo el Bachillerato en 1950, Rutilio, durante un año, fue enviado a Panamá como maestro. En 1953 fue enviado a España para continuar sus estudios de filosofía y teología en Oña, donde fue ordenado sacerdote el 30 de julio de 1959.

De 1962 a 1964 estudió en el Instituto Lumen Vitae de Bruselas. A su regreso a casa, fue nombrado prefecto y profesor de teología pastoral en el Seminario "San José de la Montaña", tarea que llevó a cabo con eficacia y creatividad. Él promovió el envío de seminaristas a las parroquias para el apostolado entre la gente, experiencia que también él hizo personalmente. En 1972, fue nombrado párroco de Aguilares. Aquí se dedicó por completo a las almas confiadas a él, con especial atención a los pobres y marginados, sin dudar en condenar las acciones represivas contra ellos por los militares y la oligarquía en el poder. 

Sus iniciativas estaban en línea con el Concilio Vaticano II y la segunda Conferencia del Episcopado Latinoamericano de Medellín (1968), que despertó la participación activa de los fieles en la vida parroquial, especialmente con los Cursillos, en el campo de las celebraciones litúrgicas y en la promoción social.

En Apopa el 13 de febrero de 1977 Rutilio pronunció una homilía en la que toma públicamente la defensa del P. Mario Bernal, expulsado del país por su compromiso social. Este hecho aumentó el riesgo de ser perseguido, en una situación ya precaria respecto del régimen.

«Mucho me temo, mis queridos hermanos y amigos, que muy pronto la Biblia y el Evangelio no podrán entrar por nuestras fronteras. Nos llegarán las pastas nada más, porque todas sus páginas son subversivas...» (sermón de Apopa)

El 12 de marzo de 1977 fue a San José (El Paisnal) para presidir una celebración eucarística durante la novena de preparación para la fiesta patronal de San José. En el viaje de regreso a Aguilares, en coche, estuvo acompañado por un catequista, Manuel Solórzano, por el joven Nelson Rutilio Lemus y por tres niños. A mitad de camino, el coche fue ametrallado por algunos hombres armados. Rutilio, Manuel y Nelson murieron en el acto, los niños, en cambio, se salvaron. San Óscar Arnulfo Romero, arzobispo de San Salvador, quedó profundamente conmocionado por el asesinato y personalmente presidió la misa de cuerpo presente en la Iglesia Catedral de San Salvador. El Padre Rutilio tenía 49 años de edad.

Manuel Solórzano. Nacido en 1905 en Suchitoto (El Salvador), se casó con Eluteria Antonia Guillén, de la que tuvo diez hijos. Se trasladó por motivos de trabajo a la ciudad de Aguilares, donde colaboró con la venta de semillas y ganado. Fue muy activo en la vida parroquial, en especial en la evangelización. Tenía 72 años de edad.

Nelson Rutilio Lemus. Nacido en El Paisnal (El Salvador) el 10 de noviembre de 1960, seguía a menudo al párroco en las actividades pastorales. Fue a El Paisnal para participar en la misa presidida por el P. Rutilio Grande, con quien sufrió el martirio. Tenía 16 años de edad.

El martirio material de los tres está suficientemente probado: su asesinato fue motivado por odio a la fe. Las agresiones a los cristianos, especialmente sacerdotes y religiosos, estaban en la agenda del gobierno. En ellos la figura del P. Rutilio sin duda se destaca, convencido como estaba de tener que defender los valores del Evangelio y aplicar las enseñanzas de la Iglesia, abiertamente al lado de los pobres y campesinos. Gran parte de sus sermones fueron considerados subversivos por el objetivo de promoción humana y cristiana de los más débiles. Manuel Solórzano y Nelson Rutilio Lemus murieron porque estaban junto con al P. Rutilio. Su muerte, sin embargo, no fue accidental: está claro que los asesinos querían matar incluso a los dos laicos. Ninguno de ellos era parte de ningún partido político de oposición al régimen, ni estaban cerca de la guerrilla.

Desde el pueblo de Dios el P. Rutilio y los dos laicos fueron considerados de inmediato mártires, a pesar de que el régimen intentó presentar el episodio como delito común. Su sacrificio tuvo una resonancia mundial que también favoreció la floración de nuevas vocaciones. San Óscar Romero quedó tan impresionado por la historia que, hablando de su apostolado, lo declaró fruto de la sangre de P. Rutilio. Esta fama de martirio se mantuvo constante a lo largo del tiempo.

La ceremonia de beatificación se realizó el 22 de enero de 2022, en San Salvador (El Salvador), conjuntamente con la beatificación del beato mártir Cosma Spessotto.