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Beatos Valentín Palencia Marquina y cuatro compañeros, mártires

Datos biográficos básicos de los 5 mártires:

Valentín Palencia Marquina: sacerdote de la Archidiócesis de Burgos, nacido el 26 de julio de 1871 en Burgos.

Donato Rodríguez García: laico, nacido el 27 de enero de 1911 en Santa Olalla de Valdivielso, Burgos.

Germán García Y García: laico, nacido el 30 de octubre de 1912 en Villanueva de Argaño, Burgos

Zacarías Cuesta Campo: laico, nacido el 10 de junio de 1916 en Villasidro, Burgos.

Emilio Huidobro Corrales: laico, nacido el 9 de agosto de 1917 en Villaescusa de Butrón, Burgos.

 

Homilía del Card. Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, en la misa de beatificación, en la Catedral de Burgos:

1. Burgos puede con razón estar orgullosa de tener esta maravillosa catedral gótica de la Asunción, una de las más bellas del mundo, declarada por la UNESCO patrimonio de la humanidad. Pero a este extraordinario mérito artístico, se puede y se debe añadir el reconocimiento de la santidad de muchos hijos de esta noble iglesia española. Aquí recuerdo, por ejemplo, a San Rafael Arnáiz, monje trapense, nacido en Burgos y canonizado en Roma en el 2009. Hijos de esta tierra bendita son también tres mártires pertenecientes a la Congregación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, canonizados el 21 de noviembre de 1999: se trata de San Cirilo Bertrán Sanz Tejedor, San Victoriano Pío Bernabé Cano y San Benjamín Julián Alonso Andrés. Además entre los 498 mártires beatificados en Roma el 28 de octubre de 2007, más de setenta eran burgaleses.

A este número de santos y beatos se añaden ahora otros cinco testigos heróicos de Cristo. Se trata del sacerdote Valentín Palencia Marquina, nacido en Burgos en 1871, y de cuatro jóvenes colaboradores laicos. Entre ellos destaca la figura de Donato Rodríguez García, de veinticinco años, maestro de música, culto, generoso, de notables dotes pedagógicas. Usaba muletas a causa de una poliomielitis infantil. Están después Germán García García, de venticuatro años, que se había ofrecido voluntario como maestro en el colegio; Zacarías Cuesta Campo, de veinte años, que estudiaba música en el colegio y era zapatero; y, en fin, Emilio Huidobro Corrales, de apenas diecinueve años, que vivía en el colegio porque, después de la muerte de la madre, el padrino lo había rechazado.

2. Han pasado casi ochenta años desde la trágica muerte de los martires. Su memoria sin embargo no solo no se ha apagado sino que ha permanecido siempre viva en el corazón de los sacerdotes y de los fieles, que les recuerdan con devoción y reconocimiento. En aquel período de terror, que parecía haber cancelado de la faz de la tierra toda huella de justicia y de bondad, el martirio de víctimas inocentes fue un signo de esperanza para una humanidad no ya fratricida sino fraternal, acogedora, respetuosa.

El Papa Francisco repite continuamente que «la persecución es el pan cotidiano de la Iglesia»[1]. Los beatos de hoy se han acercado a la mesa del martirio como se acercaban a la mesa eucarística, con actitud de fe, de esperanza y de caridad. Sabían que el Señor les habría acogido y premiado no solo por su valentía ante sus enemigos, sino también por su vida buena. Y también la sociedad habría reconocido en ellos unos defensores de algunos derechos fundamentales del hombre, como la libertad religiosa y la libertad de conciencia.

Don Valentín Palencia era un sacerdote totalmente consagrado a los huérfanos y a los chicos pobres y marginados, a los que recogía y educaba en el Patronato de San José. Entre sus varias iniciativas culturales promovió la creación de una banda musical formada por sus jóvenes. En julio de 1936 (mil novecientos treinta y seis) llevó, como de costumbre, la banda a Suances, pequeño puerto de pescadores en la costa cantábrica, para pasar unos días de vacaciones, aunque también con conciertos muy apreciados por la población.

Desgraciadamente en aquel verano, que se esperaba alegre, el enemigo del bien dio inicio a una época de sangre y de luto para la iglesia española. Fue prohibida la celebración de los sacramentos, fueron incendiadas las iglesias, saqueadas las casas religiosas, destruidos los ornamentos sacros, quemadas preciosas pinturas del arte español. En agosto algunos fieles aconsejaron a Don Valentín quitarse la sotana para huir de los anarquistas, que estaban matando a todos los sacerdotes que encontraban. Pero el sacerdote no abandonó la sotana y no disimuló su condición, siguiendo celebrando la misa a escondidas y llevando la comunión a las religiosas. Se llegó así a la noche del 15 de enero de 1937, cuando, traicionados por dos conocidos, Don Valentín y los cuatro jóvenes fueron arrestados, matados y abandonados en un lugar solitario.

La causa del martirio fue bien expresada por un testigo: «Lo mataron porque era sacerdote».[2] Los jóvenes laicos fueron  asesinados con él, por defender su fe y compartir la suerte de su padre, maestro y amigo. Conscientes del peligro inminente, los mártires, antes de la masacre, habían rezado mucho, para prepararse a la muerte con una actitud mansa y de perdón. Ningún acto de rebelión. Don Valentín logró incluso guardar en el bolsillo una hostia consagrada, como viático para el encuentro con el Señor.[3]

3. En la carta apostólica de beatificación el Papa Francisco llama a los cinco mártires «testigos heroicos del Evangelio». Como la patria necesita hazañas gloriosas para defender la libertad, la independencia y la paz social de sus ciudadanos, así la Iglesia tiene necesidad de hijos valientes y audaces para mantener en la familia humana la acogida, el respeto y la caridad fraterna.

Este es el mensaje de la celebración de hoy. La glorificación de los mártires es una buena noticia para todos. Ellos han sembrado amor, no odio. Han practicado la caridad con todos, sobre todo con los necesitados. Han transmitido el calor de la presencia de Dios incluso en el corazón de aquellos que les mataban.

Su bondad cura las heridas y sana los corazones, alejándolos de los males del odio y de la división. Los mártires hacen más bella y vivible la casa del hombre, invitando a no repetir el pasado oscuro y sangriento, sino a construir y vivir un presente luminoso y fraterno.

El evangelio es el libro de la bondad y de la liberación del hombre de todo mal. Recordemos la respuesta que Jesús dio a Juan Bautista: «Los ciegos vuelven a ver, los cojos caminan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, a los pobres se les anuncia la buena noticia» (Lc 7, 18-23). Los gestos de Jesús son acciones de liberación del mal.

Por eso los mártires a la arrogancia responden con la humildad, al egoísmo con la generosidad, a la venganza con el perdón, a los pensamientos de muerte con pensamientos y gestos de vida. De este modo los mártires son portadores de misericordia divina, que aplaca la violencia con la serenidad que genera concordia. Aun hoy, los mártires son los corderos que vencen a los lobos.

Es esta la revelación del amor cristiano. La humanidad de hoy necesita más que nunca este espectáculo extraordinario de fraternidad, de gozo, de respeto, de acogida.

Son de gran edificación las palabras de Paul Bhatti, paquistaní católico, hermano de Shabhaz Bhatti, asesinado en Islamabad el 2 de marzo del 2011 porque era cristiano: «Nosotros cristianos del Paquistán no dejaremos que las pruebas y las dificultades roben la esperanza que está fundada en el amor de Jesús y en la fe de los mártires, sino que continuaremos a dar testimonio del Evangelio de la mansedumbre, del diálogo, del amor. Esta es nuestra fe y por esta fe nosotros queremos vivir y, si fuera necesario, incluso morir como mi hermano Shabhaz».[4]

Es este el significado del martirio de los Beatos Valentín, Donato, Germán, Zacarías y Emilio: esperar en el bien contra toda esperanza y continuar difundiendo en la tierra la buena noticia del amor fraternal e de misericordia. «La misericordia es la que define el momento final de su vida: una muerte ofrecida, perdonando, sin odio hacia sus verdugos, reconciliando y sembrando la paz auténtica que nace del perdón».[5]

 

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[1] Papa Francesco, Omelia del 12 aprile 2016.

[2] Positio, p. 53.

[3] Ib. p. 55.

[4] Cristina Uguccioni (a cura), Ma non vincerà la notte, Edizioni Terra Santa, Modugno (Ba) 2015, p. 11s.

[5] Mensaje del arzobispo de Burgos.

Datos y texto tomados del web de la beatificación, donde hay más información sobre los mártires y el proceso de beatificación.