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Los 14 santos auxiliadores

Los Catorce Santos Auxiliadores ya eran reverenciados e invocados en el siglo IX. En sus respectivas leyendas tanto Dionisio, como Blas, Dorotea, y otros, imploraban ante su muerte por la gracia del auxilio divino, y obtenían la promesa de ser capaces ellos mismos de intervenir al ser invocados. Pero la veneración de estos santos va a ganar gran parte de su importancia especialmente en los siglos XIII-XIV, por la peste.

Y así como el conjunto de la sociedad laboral está fuertemente organizada en gremios y cofradías que responden a las necesidades de coordinar la acción de unos y otros, también cada uno de los santos van siendo asignados a «áreas de responsabilidad». Por ejemplo, san Florian, que como mártir murió ahogado, intercede por los incendios, pero también se convirtió en el santo patrón de los cerveceros, toneleros, y de los deshollinadores, y en general se va extendiendo el patronazgo a las áreas donde interviene el agua o el fuego.

Por supuesto, así como el invocar a un santo en la emergencia es fruto de la experiencia de mucha gente, en cada emergencia hay muchos más santos ayudando que el que se invoca. Los santos auxiliadores forman realmente un «equipo» eficaz en las contrariedades de la vida, tanto en sus aspectos trascendentes como cotidianos. Encontraremos santos para el dolor de garganta o la jaqueca, pero también para la gracia de una buena muerte; no importa cuál sea la necesidad, o cuán profundamente se sienta: el cristiano nunca está sólo en ella.

En 1377 el obispo de Ratisbona Konrad von Haimburg organizó la veneración de Santa Bárbara, junto con la de Santa Catalina y Santa Margarita en una terna que pasó al folclore con unos versos ayudamemoria:
«St. Margaretha mit dem Wurm,
St. Barbara mit dem Turm,
St. Katharina mit dem Radl,
das sind die heiligen drei Madl.»
(«Santa Margarita con el gusano, /con la torre de Santa Bárbara, /Santa Catalina con la rueda, /estas son las tres santas mujeres»)

Pero esta sistematización de la devoción en Ratisbona fue el punto de partida para que se extendiera el culto de los Auxiliadores. La catedral contará con una «Ventana de los Auxiliadores», en el flanco sur del Coro, que es probablemente una de las primeras representaciones de este tema. También en Silesia la invocación de los Auxiliadores se extendió mucho, y a pesar de que en Alemania a lo largo de los siglos la devoción a los Auxiliadores se iba perdiendo, los refugiados de Silesia, región de un catolicismo más tradicional, volvieron a llevarla después de la Segunda Guerra Mundial a Alemania.

Sin embargo, a pesar de la gran popularidad de que gozan y han gozado por siglos dentro de las fronteras de Alemania, es poco lo que se han difundido, y apenas si, como conjunto, son nombrados como una curiosidad en santorales que no sean de ese origen. Su fiesta colectiva es el 8 de agosto.

 

San Acacio: contra el miedo a la muerte y las dudas

Santa Bárbara: patrona de los moribundos

San Blas: contra el dolor de garganta

Santa Catalina: contra los problemas de la lengua
y en especial contra los problemas graves del habla

San Cristóbal: para no morir sin estar preparado

San Ciríaco: para invocar en la hora de la muerte

San Dionisio: contra los dolores de cabeza

San Egidio (Gil): para realizar una buena confesión

San Erasmo: contra los cólicos

San Eustaquio: para pedir en cualquier situación difícil de la vida

San Jorge: contra las enfermedades de los animales domésticos

Santa Margarita: patrona de las mujeres embarazadas

San Pantaleón: patrono de los médicos

San Vito: contra la epilepsia

 

Por supuesto, estos patronazgos son los generales, luego cada uno de ellos -como muy populares que son en todo el mundo- tiene un desarrollo mucho mayor de las ayudas específicas que brinda, que puede consultarse en la página propia. En algunas regiones se pueden producir sustituciones en la lista, pero ésta es la más extendida.

Basado en Vierzehn heilige Nothelfer, del Ökumenisches Heiligenlexikon. Imagen: Los catorce Auxiliadores, con sus atributos, en una nube, atendiendo a una mujer que pide con su hijo, en la capilla de Ulrico, cerca de Ruswil, en Lucerna, Suiza.