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San Adriano III, papa

San Adriano sucedió al papa Marino I en el año 884, durante una época particularmente tumultuosa de la historia del pontificado. El nuevo Pontífice adoptó al rey de Francia, Carlomán II, por hijo espiritual y tomó medidas para impedir que el obispo de Nimes siguiese molestando a los monjes de la abadía de Saint Giles. También se dice que castigó con una severidad digna de sus crímenes al antiguo cortesano, Jorge del Aventino, y a la rica viuda de otro cortesano que había sido asesinado en el atrio de San Pedro. Como es bien sabido, en la Roma de fines del siglo IX se cometieron crímenes horribles.

El año 885, el emperador Carlos el Gordo invitó a san Adriano a una dieta reunida en Worms. Ignoramos qué razones tenía para invitar especialmente al Papa; en todo caso, el emperador no llegó a ver cumplidos sus deseos, pues san Adriano enfermó durante el viaje y murió en Módena, en julio o en septiembre. Fue sepultado en la iglesia abacial de San Silvestre de Nonántola. El pontificado de san Adriano duró catorce o dieciséis meses; lo poco que sabemos sobre él, no nos proporciona ningún detalle sobre su santidad personal, excepto que durante el breve pontificado de san Adriano III, Roma se vio asolada por la carestía y el Papa hizo cuanto estuvo en su mano por aliviar los sufrimientos del pueblo. Flodoardo, el cronista de la diócesis de Reims, le alaba como padre de sus hermanos en el episcopado. Lo cierto es que, desde su muerte, empezó a venerársele como santo en Módena. Su culto fue confirmado en 1891.

En Santi e beati (pero sin firma ni fuente) afirma que «un interesante detalle de su personalidad y su carácter conciliador es que comunicó su nombramiento al patriarca de Constantinopla, Focio», es decir, al autor del breve pero significativo primer cisma de Oriente, que dio lugar más tarde a la separación definitiva de las iglesias Católica y Ortodoxa; al comunicar el nombramiento, tiene con el patriarca un gesto de acercamiento en un momento particularmente difícil de las relaciones entre las dos sedes. Posiblemente a esto se refiera el elogio del Martirologio cuando dice que «con gran empeño buscó la reconciliación de la Iglesia de Constantinopla con la de Roma»

Véase el Líber Pontificalis, vol. II, p. 225.