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San Cromacio de Aquilea, obispo

Cromacio se educó en la ciudad de Aquilea, en la que probablemente había nacido. Allí vivíó con su madre (la buena opinión que tenía san Jerónimo de esta viuda, puede verse en la carta que le escribió el año 374), su hermano, que también llegó a ser obispo, y sus hermanas solteras. Después de su ordenación sacerdotal, san Cromacio tomó parte en el sínodo de Aquilea contra el arrianismo (381), bautizó a Rufino siendo todavía joven y adquirió gran reputación. El año 388, a la muerte de san Valeriano, fue elegido obispo de Aquilea y llegó a ser uno de los prelados más distinguidos de su tiempo. Fue amigo de san Jerónimo, con quien sostuvo correspondencia epistolar y quien le dedicó varias de sus obras. No por ello dejó de ser amigo de Rufino y trató de hacer las veces de pacificador y moderador en la disputa origenista. Precisamente San Cromacio fue quien incitó a Rufino a traducir la «Historia Eclesiástica» de Eusebio y otras obras y, por consejo suyo, san Ambrosio escribió su comentario sobre la profecía de Balaam. El santo ayudó también a Heliodoro de Altino a financiar la traducción de la Biblia hecha por san Jerónimo. Cromacio fue un partidario enérgico y valioso de san Juan Crisóstomo quien le profesaba gran estima. El obispo de Aquilea escribió al emperador Honorio para protestar contra la persecución de que era objeto san Juan Crisóstomo, y Honorio transmitió la protesta a su hermano Arcadio. Desgraciadamente, los esfuerzos de san Cromacio no produjeron efecto alguno.

Fue un autorizado comentarista de la Sagrada Escritura; se conservan diecisiete de sus estudios sobre algunos pasajes del Evangelio de San Mateo y una homilia sobre las Bienaventuranzas. San Cromacio murió hacia el año 407. Su fiesta se celebra en las diócesis de Gorizia y de Istria, que antiguamente formaban parte de la provincia de Aquilea.

A lo que parece, no existe ninguna biografía propiamente dicha. En los últimos años, se ha estudiado con cierto interés la figura del santo, por razón de las obras que se le atribuyen. Véase Bardenhewer, Geschichte der altkirchlichen Literatur, vol. III, pp. 548-551. Las obras que se atribuyen a san Cromacio pueden verse en Migne, PL, vol. XX, cc. 247-436; pero el texto es muy poco satisfactorio. Al santo hay que atribuir probablemente la Expositio de oratione dominica, publicada por M. Andrieu en Les Ordines romani du haut moyen-age, vol. II (1948), pp. 417-447. En la «Patrología» de Quasten-Di Berardino, vol. III, 1981, pág 697-699, puede verse otra introducción a la vida y obras de san Cromacio.