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San Dionisio, papa

Con el antecesor de Dionisio, san Sixto II, la persecución llegó a extremos de crueldad; tanto que a partir del 258, cuando es martirizado san Sixto, la sede romana quedará vacante por casi un año: no encuentra la Iglesia manera de reorganizarse. Sin embargo el emperador Valeriano es traicionado por los suyos, y asesinado por los persas en el 259. En el 260 llega al trono del imperio Galieno, que gobernará por el mismo período que el nuevo papa, Dionisio, es decir, del 260 al 268. Período pacífico y de resurgimiento de la Iglesia

El nuevo emperador devolvió el sosiego a los cristianos con su Edicto de tolerancia, proporcionándoles, incluso, lugares para el culto. Y a partir del 22 de julio, tuvo Roma un nuevo obispo: Dionisio, un sacerdote que hasta entonces se había distinguido por su celo y sabiduría. Lo más apremiante era reorganizar la Iglesia local: Dionisio fortaleció la estructura presbiterial, acentuando el papel de los presbíteros sobre el de los diáconos. Y también era urgente reanudar los contactos con las demás Iglesias de África y de Asia. El obispo de Roma escribió a todos una carta volviendo a concretar y definir la posición romana acerca de la validez del bautismo de los herejes y sobre la doctrina de la Santísima Trinidad.

Precisamente, en relación con esta cuestión, un sacerdote de Alejandría acababa de denunciar a su obispo, el patriarca -también llamado Dionisio- que había interpuesto sus buenos oficios en el conflicto entre Esteban y Cipriano. Un sínodo reunido en Roma encontró culpable al patriarca; el papa le dirigió una carta llena de comprensión y delicadeza comunicándole la decisión, y el patriarca de Alejandría le contestó disculpándose y quedó libre de toda sospecha de herejía.

Los bárbaros, en sus incursiones por tierras del Imperio, habían devastado Cesarea de Capadocia. El Santo Padre escribió a la comunidad cristiana así probada expresándole sus sentimientos de compasión y enviándole una importante suma de dinero. Dionisio murió el 26 de diciembre del 268. Pasaría a la Historia como el más notable de los obispos de Roma del siglo III. Fue el papa número 25 de la sucesión petrina, y aunque no fue el primero en morir de causas naturales, fue el primero que no recibió culto litúrgico como mártir. Una curiosidad es que por mucho tiempo los Carmelitas veneraron a san Diosnisio como miembro de su Orden, lo que naturalmente es un anacronismo.

La fuente principal de este artículo es «Los Papas, de San Pedro a Juan Pablo II», de Jean Mathieu-Rosay, Rialp, Madrid, 1990, pp 50-51, con algunos datos tomados del Butler--Guinea, tomo IV, pág. 621. Cualquier biografía de Dionisio remite a Eusebio, Historia Eclesiástica, Libro VII (hay que tener cuidado en desbrozar bien lo que narra allí mismo de Dionisio de Alejandría y de Dionisio de Roma) y al Liber Pontificalis (Duchesne, vol. I, p. 157).