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San Hemming de Abo, obispo

Nace en Balinge, Suecia, a finales del siglo XIII. Manifestó en su juventud vocación eclesiástica y estudió en la escuela de Upsala. Ordenado sacerdote, marchó a París a perfeccionar estudios de teología y derecho canóniuco, haciéndose con una buena colección de libros, con los que, terminados los estudios, volvió a Suecia.

En 1329 es nombrado canónigo de la catedral de Abo, sufragánea de Upsala. Abo es el nombre sueco, pero en idioma finés actual se llama Turku, y es la ciudad más antigua de Finlandia. Aquí se acreditó por su cultura religiosa y sus vIrtudes, al punto que, vacante la sede en 1338, un canónigo lo propuso como nuevo obispo y todos los demás estuvieron de acuerdo con su elección. Hemming fue un obispo con muchas iniciativas: amante de la liturgia, se ocupó de que la catedral tuviera los oportunos objetos para el culto, que fueron dignos y decorosos; igualmente reformó la enseñanza en la escuela catedralicia, de manera que se formasen mejor los jóvenes clérigos; a los más destacados de ellos los mandó a París, en su afán de tener un clero culto, a la altura de las mejores diócesis europeas; celebró varios sínodos, en los que se ocupó de puntos importantes de la disciplina eclesiástica, como la guarda del ayuno y la abstinencia, el descanso dominical y festivo, la seguridad del tabernáculo, la buena administración de los bienes eclesiásticos, la gratuidad de los servicios a los pobres, y la entrega de los diezmos para el sostén de las iglesias.

Unido en cálida amistad con santa Brígida, fue con ella a Aviñón a visitar al papa Clemente VI, al que él había tenido de profesor en París, para rogarle la vuelta a Roma. Estando en Francia intercedió para que hubiera paz entre este reino e Inglaterra, pero sin éxito. Todos los que le conocieron lo tuvieron por santo, debido a su vida conforme al evangelio, a su celo apostólico y a su amor a la Iglesia, a cuyo servicio siempre estuvo. Murió el 21 de mayo de 1366, y se le dio culto popular hasta la llegada de la Reforma. En 1514 la Santa Sede permitió el traslado de los restos y depositar sus reliquias en un relicario, lo que significaba la autorización del culto público. En la última edición del Martirologio ha sido incluido en el catálogo.