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San Medardo de Noyon, obispo

Medardo es el santo favorito entre los campesinos del norte de Francia, y su culto se remonta a la época de su muerte, en el siglo VI. Ese culto recibió aliento por las leyendas que se fabricaron en torno al nombre del santo, así como por la veneración que siempre se le ha tributado como benefactor y protector de los sembradores y los viñateros.

Medardo nació en Salency, localidad de Picardía, alrededor del año 470; su padre era un noble franco, y su madre una galo-romana. El chico fue enviado a recibir su educación a un lugar que ahora se conoce con el nombre de Saint Quentin, donde permaneció algún tiempo en el estado laico; pero a la edad de treinta y tres años fue ordenado sacerdote. Los poderes de Medardo como predicador y misionero fueron tan extraordinarios, que se le eligió como sucesor del obispo Alomer, a la muerte de éste. Se afirma, aunque sin el respaldo de alguna autoridad, que san Medardo fue consagrado por san Remigio de Reims, cuando éste era ya un anciano. También san Medardo debe haber sido un hombre entrado en años, pero su energía era la de un muchacho joven, puesto que, a pesar de que su diócesis era muy extensa, la recorrió siempre que se le presentó la oportunidad de aumentar la gloria de Dios y combatir la idolatría.

Muy probablemente, el resto de la historia del santo no sea más que pura invención. Se dice que, a raíz de una incursión de los hunos y los vándalos, trasladó su sede de Saint Quentin a Noyon y que, eventualmente, se hizo cargo de la diócesis de Tournai. A partir de entonces, y durante quinientos años, Noyon y Tournai estuvieron unidas bajo el mismo obispo. De entre los datos legendarios, se puede extraer uno que es histórico: fue san Medardo quien impuso el velo a la reina santa Radegunda y la bendijo como diaconesa, en circunstancias que se detallan más adelante en esta obra, bajo la fecha del 13 de agosto. La muerte de san Medardo, ocurrida en una fecha completamente incierta, enlutó a toda su provincia, donde era considerado como un verdadero padre en Dios.

Por noticias de Fortunato y de san Gregorio de Tours sabemos que la fiesta de san Medardo se celebraba en aquellos días con gran solemnidad. Las tradiciones populares en Salency, ciudad natal del santo, le atribuyen la institución de una antiquísima costumbre que aún se practica, conocida como el «Rosiére». Cada año, el día de la fiesta de san Medardo, la doncella que haya observado la conducta más ejemplar en todo el distrito, marcha escoltada por doce muchachos y doce jovencitas hasta la iglesia, donde se la corona con rosas y se le ofrece un regalo. A veces se presenta a san Medardo con un águila que extiende las alas por encima de su cabeza, como una alusión a la leyenda de que, cierta vez, cuando el santo era muy joven, un águila lo protegió de esta manera contra la lluvia. Tal vez por aquel acontecimiento se relaciona a san Medardo con las variaciones del clima. Los campesinos tienen la firme creencia de que si llueve el día de san Medardo, habrá lluvia en los cuarenta días siguientes; pero en cambio, si el 8 de junio es un día sereno y despejado, habrá cuarenta días consecutivos de buen tiempo. En ocasiones se representa al santo en compañía de san Guardo, a quien, erróneamente se señalaba como su hermano gemelo y que, como a tal conmemoraba el Martirologio Romano anterior en la misma fecha. Por alguna razón desconocida, en la Edad Media, las imágenes de san Medardo aparecían con la boca muy abierta, como si estuviese riendo a carcajadas («le rire de Sain Médard»), y también por entonces se le invocaba para aliviar el dolor de muelas. Resulta imposible saber con certeza si la actitud riente de las imágenes tiene algo que ver con los padecimientos dentales.

A juzgar por el número de las notas inscritas en el BHL., del No. 5863 al 5874, se podría pensar que el material para la biografía de san Medardo era abundante. Sin embargo, la mayoría de esas fuentes de información son poco dignas de confianza. A pesar de que el poeta Venancio Fortunato era amigo de santa Radegunda y más o menos contemporáneo del santo, es poquísimo lo que dice en su poema sobre la historia, aunque se extiende en demasía sobre una serie de hechos triviales y de milagros improbables. La antigua biografía en prosa (c. 600) que también se atribuye a Fortunato, no es suya, pero parece mucho más digna de confianza. El mejor de los textos es el que editó Bruno Krusch en MGH., Auctores Antiquissimi, vol. IV, parte II, pp. 67-73. La biografía que escribió Radbod alrededor del 1080, está colmada de informaciones, pero todas son muy sospechosas. El propio Radbod era un obispo en la doble diócesis de Noyon y Tournai; y hay razones para pensar que, en su tiempo, se enfrentó con algún partido poderoso que se oponía a la unión de las diócesis y creía afirmar su posición al demostrar que la unidad de las dos sedes databa de varios siglos atrás y se fundaba en un precedente establecido por el muy venerable san Medardo. Parece increíble que, si en realidad San Medardo llegó a ser obispo de Tournai, hayan dejado de mencionar el hecho Gregorio de Tours, Venancio y muchos otros cronistas antiguos. Ni siquiera se sabe con certeza si la transferencia de la sede a Noyon haya tenido lugar en los tiempos de san Medardo.

Nota de ETF: he dejado sin modificar la expresión «impuso el velo a la reina santa Radegunda y la bendijo como diaconesa», malsonante en la actualidad. En realidad el P. Guinea, traductor de la obra, no hace ninguna aclaración al respecto, que bien lo hubiera merecido. En todo el Butler, 4 gruesos volúmenes, se utiliza tres veces la expresión: dos referida a santa Radegunda, y una referida a santa Olimpia, santa de inicios del siglo V: «Santa Olimpia se ofreció a san Nectario, obispo de Constantinopla, para recibir el diaconado, y se estableció en una espaciosa casa con cierto número de vírgenes que querían consagrarse a Dios.» (Butler, vol 4, pág. 583). He buscado información al respecto y, al menos superficialmente, no encuentro ninguna aclaración, pero da la impresión de que en los dos (tres) casos, el autor se ha limitado a reproducir una expresión vigente en la época, donde la palabra «diácono» seguramente aun fluctúa entre su sentido técnico de «primer grado del sacerdocio ordenado» y su sentido etimológico de «servidor» (de la comunidad, especialmente de los pobres). Como sea, en los casos de Radegunda y Olimpia da la impresión de que el nombre de «diaconesa» sirve para identificar que serán religiosas de lo que hoy llamaríamos vida activa o semicontemplativa, o bien que son consagradas como religiosas pero no son vírgenes (Radegunda es casada y Olimpia viuda), lo cual fue impedimento para la consagración en muchas épocas (de hecho, Radegunda tiene que amenazar a Medardo con la venganza divina para que la consagre, pero puede haber allí otro problema, político más que canónico, ya que el marido de Radegunda, Clodoveo, era temible, y Medardo posiblemente no quería enfadarlo.