SNDA,O

San Namancio de Auvernia, obispo

El nombre de Namancio, Namatius, de sonido latino pero seguramente de origen gálico, se ha perdido incluso en Francia, donde se lo encuentra solamente en registros de la Alta Edad Media. El obispo de lo que es hoy Clermont-Ferrand tenía una esposa. Era normal en aquel momento: el obispo era elegido entre los ancianos más dignos de la comunidad cristiana, es decir entre los «presbíteros» (en griego: ancianos), tal vez convertidos recientemente, pero que ya hubieran dado garantía de seriedad y sabiduría; ancianos no tanto de edad, cuanto de sensatez y virtud. No se daba el caso de que fuese elegido obispo un anciano cuya esposa no tuviese un cierto grado de sabiduría y elevación moral (aunque a veces ocurrían casos como el de san Volusiano). Debe añadirse que, después de la elección, marido y mujer interrumpían la vida matrimonial y se dedicaban por entero a la vida religiosa y a las obras de caridad.

Comenzó su pontificado a mediados del siglo V. Los obispos de aquellas épocas dedicaban gran atención a la fundación de iglesias, pero en este caso se da que también su esposa se aplica a lo mismo. Así que Namancio fundó la catedral de Arvernia (hoy Clermont-Ferrand), un edificio imponente, que san Gregorio de Tours, que quizás lo conoció personalmente, describe: 45 metros de largo, 18 de largo, 15 de alto, 42 ventanas, 70 columnas, 8 puertas; se podía experimentar allí, nos cuenta Gregorio, «a la vez el terror y la gran claridad de Dios», y había allí como ráfagas de perfume. Estaba adornada de mármoles y mosaicos, y fue terminada en el año duodécimo del gobierno de Namancio. estaba dedicada a los santos Vital y Agrícola, cuyas reliquias hizo traer de Italia.

Mientras tanto la esposa dirigió la construcción de una basílica suburbana dedicada a san Esteban, con una peculiaridad interesante para la historia del arte religioso: ella leía en voz alta un libro de historias, e indicaba a los pintores las escenas que debían representar, de modo que tenemos de primera mano los comienzos de lo que se llamó muchas veces «la Biblia de los iletrados»: las escenas de la historia sagrada representadas en las paredes de los templos. Sobre ella cuenta también Gregorio que vestía tan humildemente, que un día, mientras oraba en el templo, entró una mujer pobre y, creyéndola de su misma condición, ofreció a la esposa del obispo un pan, que ésta no rechazó sino que, por el contrario, agradeció y comió hasta terminarlo, para no olvidar cuál era ante Dios su auténtica condición.

La catedral construida por Namancio fue destruida por Pipino el Breve en el 760, así que sólo nos queda el recuerdo de lo que san Gregorio nos transmitió. Nada más sabemos sobre este obispo, que murió hacia el año 460.

Las descripciones de san Gregorio se encuentran en «Historia Francorum», II,16-17.