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San Peregrino Laziosi, religioso

San Peregrino nació en 1260, en Forli, de la Romagna. Era hijo único de un matrimonio acomodado. De joven, tomó parte muy activa en la política de su ciudad natal, que pertenecía al partido del antipapa. Durante un motín popular, los jefes de la insurrección maltrataron ferozmente a san Felipe Benizi, a quien el papa había mandado a tratar la paz; Peregrino le golpeó violentamente el rostro, con el puño. San Felipe, por toda respuesta, presentó la otra mejilla a su agresor. El hecho impresionó tanto a Peregrino que, a partir de ese momento, cambió de vida. Abandonaba a sus compañeros para orar varias horas cada día, en la catedral de Nuestra Señora. Una vez, la Santísima Virgen se le apareció allí y le dijo: «Vé a Siena, donde encontrarás a un grupo de hombres que se llaman siervos míos. Reúnete con ellos». Peregrino obedeció al instante. Habiendo tomado el hábito de los servitas, se entregó con ardor a la conquista de la perfección. Su principio fundamental era el de no detenerse nunca en el camino de la virtud, sino ir siempre adelante. Se dice que, en treinta años, no se sentó nunca y que buscaba todas las ocasiones de retirarse a la soledad y el silencio.

Después de haber pasado varios años en Siena, sus superiores le enviaron a Forli para fundar un nuevo monasterio de la orden. Para entonces, ya había recibido las órdenes sagradas y había dado pruebas de ser un sacerdote perfecto: fervoroso en la celebración de los sagrados misterios, elocuente en la predicación e infatigable en la reconciliación de los pecadores. Por entonces, contrajo un cáncer en el pie, que le hacía sufrir mucho y resultaba particularmente repugnante a los que le rodeaban. El santo soportó su enfermedad sin una queja. Al fin, los médicos decidieron amputarle el pie. San Peregrino pasó en oración la noche anterior a la operación; al amanecer, cayó en un profundo sueño y, cuando despertó, se encontró completamente curado. Los doctores quedaron maravillados al examinarle, pues no quedaba la menor huella de la enfermedad. Este milagro aumentó todavía más la fama de santidad del varón de Dios. San Peregrino murió a los ochenta años y fue canonizado en 1726.

En Acta Sanctorum, abril, vol. III, los bolandistas publicaron algunos documentos del proceso de canonización. En italiano existen muchas biografías del santo, pero la mayor parte son más devotas que críticas. Ver, por ejemplo, B. Albicini, Vita e Morte del B. Pellegrino Laziosi (1648); F. A. Monsignani, Notizie della Vita, Morte e Miracoli, etc. (1727). Ver también Giani, Annales FF. Servorum B.V.M., vol. I, pp. 285 ss.