SMOM,VYMÁR

Santa Marina o Margarita, virgen y mártir

La santa fue en la antigüedad una de las mártires más populares de la Iglesia. El culto «de la gran virgen Marina» comenzó en el Oriente. Pero Rabano Mauro la llama Margarita en su martirologio (siglo IX), lo mismo que el Salterio de Bosworth. La fama de Margarita se extendió a partir de entonces por Inglaterra, Francia y Alemania y no decayó en toda la Edad Media. El pueblo cristiano la consideraba como uno de los «catorce santos auxiliadores» y su voz fue una de las que oyó santa Juana de Arco. Sus pretendidas reliquias fueron robadas de Antioquía el año 908 y transportadas a San Pietro in Valle, junto al Lago de Bolsena. En 1145, fueron trasladadas a Montefiascone y, en 1213, Venecia recibió una parte de ellas. En muchos sitios de Europa se muestran actualmente sus reliquias. Las «actas» son una falsificación llevada a cabo por un autor que se da a sí mismo el nombre de Teótimo («temeroso de Dios») y trata de hacerse pasar por criado de Margarita y testigo presencial de todos los hechos que relata. Dichas actas pertenecen a la misma clase que las de santa Pelagia de Antioquía y sus congéneres. Resumiremos brevemente el contenido de las mismas:

Margarita era hija de un sacerdote pagano de Antioquía de Pisidia y fue educada por una mujer cristiana. Cuando se convirtió al cristianismo, la joven tuvo que partir de la casa de su padre y empezó a ganarse la vida como pastora. Cuando el prefecto Olibrio la vio, quedó prendado de su belleza y juró tomarla por esposa si era una mujer libre, o por concubina si era esclava. Pero Margarita lo rechazó. Entonces Olibrio se vengó juzgándola por ser cristiana y la encarceló, después de haberla torturado. Margarita sufrió en la cárcel una terrible prueba, ya que cl demonio se le apareció en forma de dragón y se la tragó; pero la cruz que la santa llevaba en la mano obligó al dragón a vomitar sana y salva su presa (¡incluso la «Leyenda Dorada» afirma que este hecho «es probablemente apócrifo»!). La protección en los partos difíciles se suele explicar por asociación simbólica con esta escena del dragón. Margarita se enfrentó entonces con otro demonio, al que también venció: dicho demonio le confesó que Salomón le había encerrado en un vaso de bronce con otros de sus hermanos y que los habitantes de Babilonia, creyendo que el vaso contenía un tesoro, lo habían abierto; así escaparon los demonios para hacer el mal por el mundo (la semejanza de esta leyenda con la de Pandora no necesita comentario alguno). Al día siguiente, el tirano trató en vano de dar muerte a Margarita por el fuego y el agua, pero lo único que consiguió con ello fue que se convirtiesen millares de los que se hallaban presentes. Olibrio los mandó decapitar a todos al instante. Finalmente, la santa pereció por la espada; pero el verdugo cayó fulminado en el mismo momento en que la mató. Sin embargo, la muerte del verdugo no fue un castigo sino un premio, pues se había mostrado renuente a cumplir su oficio. Según la leyenda, el martirio tuvo lugar durante la persecución de Diocleciano. El fiel Teótimo robó el cuerpo de Margarita, y una viuda le dio sepultura en la ciudad.

Como puede verse en Biblioteca Hagiográfica Latina, nn. 5303-5313, existe una buena cantidad de textos latinos que relatan con ciertas variantes esta leyenda tan extravagante como popular. También hay muchas adaptaciones en francés, provenzal, anglosajón, alemán, holandés, etc. En Acta Sanctorum hay un texto latino (julio, vol. V); y pueden verse otros en G. H. Gerould, publications of the Modern Language Association of America, vol. XXXIX (1924), pp. 225-256; y A. Mabellini, Leggenda di Santa Margherita (1925). Delehaye, Legendes hagíographiques (1927), pp. 187-192. Alban Butler hace notar que Marco Girolamo Vida, un poeta casi olvidado del siglo XI, a quien él califica de «la gloria de las musas cristianas», compuso dos himnos en honor de santa Margarita, patrona de su ciudad natal de Cremona.
Cuadro: Guercino (Giovanni Francesco Barbieri, 1591-1666), Santa Margarita y el dragón, óleo sobre tela, San Pietro in Vincoli, Roma.