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Santa Pomposa, virgen y mártir

Pomposa quiso imitar a Colomba, decapitada por la fe el 17 de septiembre. Vivía en la comunidad de San Salvador, al pie de la Pinna Mellaria, adonde se había retirado para servir a Cristo junto con sus padres, sus hermanas y su familia. San Fandilas era sacerdote de este monasterio. Pomposa nació en Córdoba y había convencido a los suyos a renunciar a los bienes perecederos para conquistar los eternos. Todos habían prometido a Dios su castidad. Sus padres habían enajenado su patrimonio y habían hecho construir el monasterio de San Salvador, en un lugar famoso por las abejas, de allí el nombre Pinna Mellaria («pico colmena»; cf. en África del Norte el nombre árabe Oum en-Neh-al "la madre de las abejas", es decir lugar en donde pululan las abejas). Pomposa, la más joven de la comunidad, se distinguía por sus virtudes, su mortificación y su celo por meditar la Sagrada Escritura. El abad Félix pudo contar a san Eulogio, el historiador de los mártires de Córdoba, muchos rasgos edificantes de esta joven santa; por desgracia, Eulogio no los escribió, por temor de fatigar al lector. Cuando Pomposa supo la noticia del martirio de Colomba, se llenó de gozo y se inflamó en el deseo inmenso de imitarla. ¿Cómo hacerlo? Unos años antes había tratado de «ir al martirio», según palabra de san Eulogio, pero los suyos la tuvieron bajo llave y muy vigilada.

Pero esa noche, después del oficio nocturno, uno de sus hermanos, contra la costumbre, abrió la puerta del monasterio, quitó la llave y dejó la puerta atorada solamente con una pequeña cuña. Pomposa se dirigió silenciosamente a la puerta, la abrió y salió. En la bóveda celeste brillaban las estrellas como lámparas. Tal vez nuestra santa, nutrida en la Sagrada Escritura, se preguntaba en qué combate tantos guerreros allá arriba hacían brillar sus luces como los soldados de Gedeón (Jue 7,20) o bien, pensaba que ese hormiguero de luces era un escuadrón de vírgenes que hacían honor al Esposo (Mt 25). La virgen llegó de mañana a Córdoba, después de una marcha penosa por los caminos empedrados. Se presentó al juez, dio testimonio de su fe y escarneció al profeta impúdico, Mahoma. Se le dio muerte mediante un golpe de espada, ante las puertas del palacio. La decapitaron el 13 de las kalendas de octubre, el año 891 de la Egira (19 de septiembre de 853). Su cuerpo fue arrojado al río, pero fue recuperado y enterrado. Al término de veinte días, los monjes lo transportaron al santuario de Santa Eulalia, en donde lo depositaron a los pies de santa Colomba.

S. Eulogio, Memoriale sanctorum, III, c. XI; Patrologia Latina, vol. CXV, col. 812-813, 897. H. Leclercq, Les martyrs, vol. V, pp. 44-46. Acta Sanctorum, 19 de septiembre, vol. VI, pp. 92-95. Flores, España Sagrada, vol. X, pp. 4005-407.