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Santa Viborada, virgen y mártir

Santa Wiborada tiene el privilegio de ser la primera mujer que ha sido proclamada oficialmente santa por la Iglesia, ya que hasta ese momento no existía un procedimiento oficial de canonización, y los santos eran proclamados sólo por la costumbre; su canonización, efectivamente atestiguada, se realizó el primer día de enero del 1047 por obra del papa Clemente II, con la presencia del emperador de Alemania Enrique III. La vida de esta reclusa de San Gallo es descrita en dos biografías: una escrita entre el 993 y el 1047 por Hartmann, monje de San gallo, y la otra escrita entre el 1072 y el 1076 por el monje Erimanno; además se la recuerda en documentos y anales de la célebre abadía, fundada en Suiza por san Gallo (m. 646), monje irlandés.

Wiborada nació en un año imprecisado de fines del siglo IX, en una noble familia alemana de la región de Turgovia, actual cantón de la Suiza nor-oriental. A través de su consejo su hermano Itto se hizo primero sacerdote, y más tarde monje de San Gallo; durante su juventud, Wiborada cuidaba en su propia casa paterna de pobres y enfermos. Habiendo quedado huérfana de madre, se retiró como solitaria a una celda a lado de la iglesia de San Jorge, en San Gallo, del 912 al 916, donde con oraciones y ejercicios ascéticos se preparaba a una vida de reclusa, práctica del ascetismo femenino, que daba así continuidad en el ambiente occidental a la vida eremítica de los primeros siglos, por lo general cercana a alguna comunidad monástica, de la que recibían alimento y asistencia espiritual.

En el año 916, Wiborada fue recluida de por vida en una celda junto a la iglesia de San Magno, por el obispo-abad de San Gallo Salomón III (890-920); fue ciertamente una de las primeras reclusas de las que se tiene constancia histórica. Vivió en estas condiciones diez años, dedicada a la oración y al ascetismo. Dotada del don de profecía, dispensó muchos consejos. A ella se dirigió el obispo Ulrico de Augusta (923-973) para pedirle consejo en la controversia que sostenía con la comunidad de San Gallo, en aquellos momentos carente de abad; también aconsejó al abad Engilberto (925-933), cuando se aproximaban los invasores húngaros1, poner a salvo a los monjes y a los tesoros del monasterio. Y así, a inicios del 926, vistas las continuas presiones, los manuscritos más valiosos fueron trasladados al monasterio de Reichenau, en el lago de Constanza.

Wiborada fue muerta por los magiares (húngaros) durante la invasión de toda la zona el 1 de mayo del 926, y el 8 de mayo fue sepultada con toda solemnidad en su propio reclusorio. Veinte años más tarde, en el 946, sus restos mortales fueron trasladados a la iglesia de San Magno, en tiempos del abad Cralo; fue proclamada santa -como ya se ha dicho- en el 1047; santa Wiborada, junto a san Gallo y san Osmaro, forman las tres estrellas de los santos sangalleses. En la iconografía la santa viene representada en habito benedictino, ya que era la Regla bajo la que estaba el monasterio de San Gallo, con un libro que simboliza el don de profecía, y la alabarda, instrumento con el que fue torturada y muerta por los invasores paganos.

Traducido para ETF de un artículo de Antonio Borrelli.
Nota 1: Los Magiares, población pagana conocida también como húngaros, realizaron devastadoras y periódicas incursiones en los pueblos occidentales, especialmente en Alemania, hasta la mitad del siglo X; fueron derrotados por Otón I de Sajonia en el año 955; su conversión al cristianismo se inició en el 973 y fueron completamente convertidos por el rey san Esteban I (997-1038).