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Santos Nicasio, Eutropia, Florencio y Jocundo, mártires

Un ejército de bárbaros invadió una parte de las Galias y saqueó la ciudad de Reims. El obispo del lugar, Nicasio, había predicho esa calamidad al pueblo, a raíz de una visión, y le había exhortado a prepararse a ella con la penitencia. Al ver al enemigo en las calles, el santo, olvidado de sí mismo y preocupado únicamente por el bien de sus hijos, fue de casa en casa, alentando a todos y exhortándolos a la paciencia y a la constancia. Cuando las gentes le preguntaron si debían rendirse o luchar hasta morir, san Nicasio, que sabía que la ciudad iba a caer en poder de los bárbaros, replicó: «Pongámonos en manos de Dios y oremos por nuestros enemigos. Yo estoy pronto a dar mi vida por vosotros». El santo se colocó a la puerta de la iglesia para defender a los que estaban dentro y los infieles le decapitaron allí mismo. san Florencio, su diácono, y san Jocundo, su lector, fueron asesinados al mismo tiempo. Santa Eutropia, hermana de san Nicasio, viendo que los bárbaros no la mataban, se arrojó sobre el asesino de su hermano, le dio de puntapiés y le rasguñó, hasta que éste se decidió a decapitarla.

Los hechos podrían haber ocurrido en el 407, invasión de los vándalos, o en el 451, invasión de los hunos. La mayor parte de los santorales se inclinan por esta última posibilidad (sin embargo, la última edición del Martirologio Romano, año 2004, ha cambiado de 451 a 407).

Hay una pasión en la «Historia Remensis ecclesiae» de Flodoardo (cf. Monumenta Germaniae Historica, Scriptores, vol. XIII, pp. 417-420), y otros textos en Analecta Bollandiana, vol. I y vol. V. Véase también Duchesne, Fasces Episcopaux, vol. III, p. 81.
Imagen: vidriera con escenas de la historia de Nicasio y su hermana Eutropia, de la primera mitad del siglo XIII, en la región de Soissons, en la actualidad en el Museo del Louvre, París.